I
The New York Times:
líderguerrillerofuedadodebajaporelejército
decolombia.patriaponzoñosa,¿sientes
losgusanosremangarme
elombligo?
Llévame
al Sur donde el agua
delinea el reír de las garzas y los
cerezos
se embriagan con el licor
de la tierra.
de la tierra.
II
Una
oración bastará para que comprendas el pago de la patria por tus servicios.
¿Qué testamento puedes hacer, si lo poco que tienes ha sido confiscado?
Sócrates al beber la cicuta contó a sus discípulos que su alma estaba lista
para conocer la verdad: ¿La verdad? ¿Podrías decir tú lo mismo? El guardia
reclina su cuerpo contra los barrotes, cabecea como si aquellos hierros fueran
la más noble litera. Aprietas la camándula de plata que te prende del cuello
desde tu ordenamiento como sacerdote en Popayán; escuchas los ronquidos del
carcelero. Sientes su tufo agrio, a caña fermentada. Se acerca tu hora, la hora
de someter tu precioso cuello a la horca. Te sacude un temblor en las piernas.
¡No eres Sócrates! ¡No señor! ¡Tu sangre no tiene que purgar la tozudez de
España! Los clavos del Nazareno arden en tu rosario, y en tus manos cuando lo
empuñan: ¿Tu vida o la de ese canalla? Pasas los brazos tras los barrotes.
Padre Nuestro y aprietas el cuello del carcelero; Avemaría y silencias sus
ronquidos. Hurtas sus llaves y lo arrastras a la celda. Notas tu parecido a él,
su enorme parecido contigo. Te vistes con sus ropas; lo disfrazas con las
tuyas: ¿Qué caminos polvorientos andarás con esas botas? Le cierras los ojos y
le impones en la frente la señal de la Cruz.
III
Nueva
Granada
estalla
un cabecilla
Colombia
en paz
¿En
paz? Gusanos
proyectiles
fecundan
un
óvulo, un
niño
se apresta
a
nacer pistolero
Soldado,
why not?
IV
Avanzas hacia la luz sin que te importe
la suerte de los demás reos,
ya no eres discípulo de Santo Tomás,
y el bien común no persigues.
Huyes por los pasillos del Colegio
Mayor
de Nuestra Señora del Rosario.
¿El rosario? Solloza bajo la casaca
realista.
Seis años atrás el fraile Francisco
Padilla incendiaba tu espíritu en
aquellos
corredores: Ningún régimen
es
perfecto en sus inicios, la ciencia
del
gobierno es muy nueva en América,
escribía en su pasquín libertario.
—¡Soldado!
Acaricias
el mango
del
sable: ya no te defiende el evangelio.
—¡Entregad
esto al Brigadier Pascual Enrile!
Recibes una soga áspera como la suela
de tus botas,
las del soldado que se pudre en tu
sotana.
Cruzas el portalón, trescientos pasos
y te estrellas con Enrile, sus esbirros
clavan
un armazón de madera frente a la
iglesia La Merced.
El Brigadier recibe la soga y dobla los
extremos,
describe la ESE de Sátrapa, de
Sinónimo, de Satán.
—¿Cómo es su nombre soldado?
—Ee-eeezequiel.
—Es su día de suerte. Cuelgue la soga
en la horca, Ezequiel, y asegúrese de templarla
bien, porque oficiará como Ministro
Ejecutor.
—¿Ministro
ejecutor?
—Sólo será un desgraciado, mañana
llegará el nuevo verdugo y limpiaremos
la cárcel de revoltosos.
V
Subes
al cadalso, grazna
el
pueblo hambriento
de
sangre. Enrile
enciende
su tabaco.
Tú
cuelgas la soga
del
travesaño y elevas
los
ojos al cielo:
la
llovizna te recrimina
el
preservar aquella vida
miserable.
Acomodas
el
banquillo, y la capucha
en
tu rostro, miserable.
Contrición, confesor, misas
Credo en boca, Cristo en mano.
Todo en el ahorcado es bueno;
Sólo el verdugo es lo malo.
Suben a empellones al fraile
Padilla; tu camándula
te
quema la piel. ¿Su vida
o la tuya? Le
atas las manos
sin herirle las
muñecas.
Lo
trepas al banquillo
y
le ensartas la cabeza
en
la soga. Corres el nudo
y
lloriqueas: quisieras ser
Sócrates
y fallecer
por
convicción propia,
Padilla,
y morir por tu Patria.
—¡Tú no tienes la culpa, te absuelvo en el nombre de Dios!
Pateas
el banquillo, el pueblo
se
alebresta: cucarrones
zumban
en toneles
metálicos.
El ahorcado
roza
las tablas con los pies.
Sufre,
mal amigo,
no
le sujetaste bien el cuello.
Te
cuelgas de sus piernas,
revientas
la cuerda:
el
fraile astilla la madera
con
su cabeza.
Enrile
no para de reírse:
—¡Soldado!
¡Le pedí ahorcarlo, no desnucarlo!
VI
Un
ronquido me despierta,
a
tientas hallo el control
de
la tele. Otro ronquido
me
desgaja las costillas.
Abro
los ojos:
Gusanos
degüellan
cumbias
en
mi almohada,
hilvanan
las vocales
abiertas
de
mi nombre.
VII
Cuatro
lances con el cuchillo bastan
para
rebanar un suspiro
y
aprisionarlo entre el pan
integral
recién salido
de
la tostadora.
Mantequilla
de maní, una lonja
de
queso
Manchego.
Una vuelta
al
molinillo de pimienta
sobre
la lechuga,
y
se habrán
ido
Grandioso poema en prosa dramático. Muy bueno. Felicitaciones al autor, joder, qué bello texto.
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